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LOS ZOMBIS

 


 

LOS ZOMBIS

 

Los zombis están de moda. No hay letra más popular en los últimos años que la “Z”. No pasan un par de semanas que veamos un videojuego, una serie o una película protagonizada por un ser vuelto a la vida.

Claro que esto no es algo nuevo, los zombis llevan mucho tiempo metidos en la cultura popular, como es el caso de los videojuegos de Resident Evil o Last of Us, los mangas Kore wa Zombie Desu ka? (¿Esto es un zombie?) o Highschool of dead y películas como 28 días después. Estos, y otros muchos, son ejemplos de que los zombis ya llevaban tiempo entre nosotros, pero nadie puede dudar que desde que llegó The Walking Dead a la televisión, estos seres están cobrando cada vez más importancia.  

 

 

EL ORIGEN DE LOS ZOMBIS


Sin embargo, esta fama no se traduce en conocimiento. Lo que se sabe sobre los zombis es realmente escaso. Sabemos que son personas muertas que, por algún motivo, vuelven a la vida; carecen completamente de razón; su principal alimentación es carne humana; y que, tal vez por su avanzado estado de putrefacción, no son muy hábiles a la hora de correr. Aparte de esto, poco más se sabe sobre ellos.  Desconocemos el origen del mito del ser resucitado y desconocemos cómo ha ido evolucionando la figura del zombi en el cine hasta llegar a lo que hemos visto estos últimos años.


En el caso de su procedencia, desde el punto de vista geográfico, el zombi procede del océano Atlántico, concretamente en la República de Haití. En esta isla de las Antillas, más allá del cristianismo, el judaísmo y demás religiones mayoritarias, se practica el vudú, una creencia según la cual, el mundo está gobernado por unas deidades sobrenaturales que son inaccesibles para el ser humano, por lo que es necesario la intermediación de unos espíritus que sirven para conectar este mundo con el otro, serían el equivalente a los ángeles de la religión cristiana. Dentro de esta creencia surge la idea de zombi.

 


Quizá no como un muerto vuelto a la vida, pero sí como un cuerpo humano carente de alma o razón, el zombi es algo muy arraigado dentro de la cultura vudú. Se creía que los diferentes hechiceros, podían arrebatar el alma a un ser humano y utilizarlo como esclavo.


La idea de zombi y de esclavo van de la mano si tenemos en cuenta la historia de Haití. Como tantas otras zonas del Atlántico, la isla sufrió el colonialismo europeo, concretamente por parte de Francia. Antes de su independencia (1804), la isla llegó a contar con 300.000 esclavos, frente a los 12.000 ciudadanos libres. No es extraño, por tanto, que se asocie la idea de zombi con una persona que sirve a otra, sin voz ni voto y que, en un ámbito más metafórico, deja atrás cualquier posibilidad de volver a su vida anterior de libertad.


Una visión muy política del zombi que, de cierta forma, sigue vigente en nuestra época, pues son muchos los que han querido ver al zombi como un reflejo del ser humano actual, carente de cualquier habilidad de raciocinio y guiado cual títere por las grandes compañías qué debe comprar y cómo comportarse.

 


Dejando de lado la historia y volviendo a la religión vudú, para poder entender el concepto de zombi es necesario comprender el de alma dual. Esta creencia distingue dos tipos de almas: Gros Bon Ange y Ti Bon Ange, algo así como “gran buen ángel” y “pequeño buen ángel”, respectivamente, y cada una está relacionada a una parte del ser humano: la primera lo está con la memoria, los sentimientos,… mientras que la segunda hace referencia a aspectos más físicos como el cerebro, la sangre o la conciencia.


De esta dualidad, surgen también dos tipos diferentes de zombi que, a grandes rasgos, serían el de cuerpo sin alma y alma sin cuerpo. Este último, sería el zombi corpóreo que conocemos todos, el de un cuerpo que actúa sin ningún tipo de razón y que se mueve por impulsos.

 


A la hora de cómo se crea un zombi existen diversas teorías. Una de ellas consistiría en que el hechicero retiraría el alma de su cuerpo, lo que provocaría la muerte inmediata de la persona; el siguiente paso sería colocar esa alma en un cuerpo, el cual estaría a las órdenes del hechicero. En relación a este método podríamos destacar que el zombi no podría ingerir nada de sal, ya que esto revertiría el hechizo, algo que se puede ver en el manga One Piece, donde el personaje de Gecko Moria introduce sombras (almas) en cuerpos sin vida para crear soldados que cumplen todas sus órdenes, pero esta magia pierde su efecto si el soldado toma algo de sal. Si bien esto se explica teniendo en cuenta la relación que existe entre el mar (salado) y las “Frutas del diablo” dentro del imaginario del manga, no deja de ser curioso cómo Eiichiro Oda incorporó este leyenda a su obra.

 


Otro de los métodos para crear zombis es quizá menos espiritual y se centra en el uso de medicamentos. Igual que ocurrió con Julieta en la obra de Shakespeare, algunos hechiceros recurrían a una droga especial que provocaba que la persona que la ingiriese, adquiriese la apariencia de un muerto, lo que provocaría que sus familiares lo tomasen como tal y procedieran a enterrarlo. Sin embargo, estos efectos son pasajeros y al cabo de un tiempo la persona retorna a la normalidad, momento que aprovecharía el hechicero para rescatar el cuerpo y volver a darle una sustancia estupefaciente que anularía su voluntad.


A lo largo de la historia han existido varios estudiosos que han tratado de comprobar si las historias que se contaban sobre los zombis haitianos eran reales. Uno de ellos fue Wade Davis, quien se dedicó a analizar los supuestos polvos que se utilizaban para el proceso de zombificación, sin embargo, la gran parte de sus teorías han sido rebatidas por la comunidad científica, al considerar que los materiales que él argumentaba que se utilizaban, no contenían nada que pudiese provocar las reacciones que él afirmaba.

 

 

LOS ZOMBIS EN LA FICCIÓN


En The serpent and the rainbow, Davis relata parte de sus viajes Haití, lo cual sirvió de base para la película homónima de Wes Craven, estrenada en 1988 y en la que vemos a un antropólogo que viaja hasta la isla para investigar una sustancia que podría salvar miles de vidas humanas, sin embargo, existe cierto grupo de científicos que se niegan a creer que dicha sustancia exista.


Por supuesto que la cinta de Craven no fue la primera, ni la última, que llevó a los zombis a la gran pantalla. También, con anterioridad, Jacques Tourneur ya introdujo referencias al vudú y la magia negra ambientados en una isla caribeña en el clásico Yo anduve con un zombie (1943). Aunque la historia de estos personajes parece remontarse a los años 30 con La legión de los hombres sin alma (Victor Halperin, 1932), protagonizada por Bela Lugosi, y que, como en el caso de Craven, se basaba en las historias de William Buehler Seabrok quien viajó durante un tiempo a Haití y dejó constancia en su libro The magic island de lo que allí vio.

 


También en esta década encontramos, Los muertos andan (Michael Curtiz, 1936), The Walking Dead en el original, aunque nada tiene que ver con los cómics de Robert Kirkman. Aquí vemos a John Ellman, un hombre condenado a la pena máxima que regresa a la vida y decide emprender la venganza contra todos aquellos que provocaron su muerte.


Aquí la visión que se ofrece de zombi es bastante similar a la de otra criatura del terror como es Frankenstein, y es que Ellman regresa a la vida gracias a la descarga eléctrica que un médico dirige hacia su cuerpo. Esta relación es aún más fuerte si tenemos en cuenta que Boris Karloff, el actor que interpreta a Ellman, ya se había puesto en la piel del monstruo en El doctor Frankenstein (James Whale, 1931).

 

 

 


Durante todo este tiempo, el zombi tenía siempre asociado la figura de un hombre que era el encargado de devolverle la vida: en Halperin fue un misterioso mago al que el protagonista acude para conseguir a su chica, y en Curtiz son los defensores del condenado quienes rescatan su cadáver y le devuelven la vida. Pero con el paso de los años, los zombis comienzan a independizarse y ya no necesitan un humano que los cree, como es el caso de La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968). Aquí los zombis surgían como una epidemia sin más objetivo que acabar con la especie humana, la cual se veía obligada a refugiarse en sus casas y tratar de defenderse, mientras buscaba el origen de esta amenaza y una posible solución a la misma.

 

Según Romero, su inspiración para escribir el guión fue la novela Soy Leyenda de Richard Matheson, donde se combinaba el mito vampírico con el fenómeno zombi a través de una raza infectada por una guerra bacteriológica que ha arrasado la Tierra, y que posteriormente también tendría cuatro adaptaciones al cine: El último hombre sobre la Tierra (Ubaldo Ragona y Sidney Salkow, 1964), protagonizada por Vincent Price; El último hombre vivo (Boris Sagal, 1971), protagonizada por Charlton Heston, convertida en un clásico de la Serie B setentera, donde se prescindía de casi todos los elementos vampíricos y se les dotaba de raciocinio; I am Omega (Griff Furst, 2007), película de bajo presupuesto lanzada directamente a DVD; y Soy Leyenda (Francis Lawrence, 2007), protagonizada por Will Smith, donde se modificaban sustancialmente algunos aspectos de la novela original, convirtiendo los vampiros infectados en una especie de mutantes de raza superior sin aspecto humano.

 


No hay duda de que la película de Romero supuso un antes y un después en el género zombi, consiguiendo incluso que la crítica la reinterpretase como una alegoría política sobre el racismo y sobre la Guerra del Vietnam o como una muestra del desencanto predominante en la sociedad hacia la clase política y la inversión en investigación nuclear. Muchas lecturas se hicieron, pero el film de Romero es principalmente un film de terror. También muestra de su éxito son las secuelas, remakes e incluso musicales que han surgido a raíz de La noche de los muertos vivientes.

 

El director nunca se apartó del género fantástico y sobrenatural, repitiendo la temática zombi en varias ocasiones como El amanecer de los muertos (1978), considerada una de las mejores del género por la crítica, El día de los muertos (1985), La tierra de los muertos vivientes (2005), Diario de los muertos (2007) o La Resistencia de los muertos (2009), participando incluso en la escritura y la producción ejecutiva del remake de su primera obra La noche de los muertos vivientes (1990) que fue dirigido por un viejo amigo, Tom Savini, que había colaborado en algunas de sus películas como encargado de maquillaje y efectos especiales.

 


Mientras esto ocurría en Estados Unidos, en España en los años 60 (y 70) asistimos al nacimiento de lo que vendría a llamarse fantaterror, un cine fantástico y de terror en el que, junto a otras muchas criaturas, tuvieron cabida los zombis. Este fantaterror comenzó en 1962 con Gritos en la noche de Jess Franco, pero no sería hasta cuatro años después cuando encontramos Doctor Satán (Miguel Morayta, 1966), donde el satánico doctor Plutarco decide crear un ejército de zombis.


Esta era una coproducción con México, algo muy común en este tipo de cine como es el caso de La noche del terror ciego, una coproducción con Portugal dirigida por Amando Ossorio en 1971, que daba comienzo a una tetralogía zombi que se completó con La noche de los muertos sin ojos (1973), El buque maldito (1974)y La noche de las gaviotas (1975).

 


Otro de los grandes nombres del fantaterror, en este caso actor, sería Paul Naschy, quien participó en innumerables películas de este género como La rebelión de las muertas (León Klimovsky, 1973), La orgía de los muertos (José Luis Merino, 1973) o El espanto surge de la tumba (Carlos Aured, 1973), esta última producida por la mítica Profilmes. Pero Naschy también se sentó en la silla de director y nos dejó para el recuerdo algunas cintas de zombis como Latidos de pánico (1983), concebida como una continuación de El espanto vuelve de la tumba. De esa misma decada es el clásico No profanar el sueño de los muertos (Jorge Grau, 1974), producida en Italia, donde los cadáveres de una morgue inglesa próxima a una abadía de Manchester volvían a la vida nuevamente a causa de un experimento del gobierno que utilizaba ultrasonidos para combatir la contaminación.


Ya en los década de los 80 y fuera de nuestras fronteras encontraríamos al italiano Lucio Fulci, un director procedente del spaghetti western cuya carrera dio un giro radical cuando le tocó hacerse cargo de Nueva York bajo el terror de los zombis (1979), titulada en Italia Zombi 2, al ser considerada una secuela de la cinta que George A. Romero estrenó tan solo un año antes y que había gozado de gran éxito en Italia. Si bien la dirección se le había adjudicado en un primer momento a Enzo Castellari, los avatares del destino hicieron que finalmente fuera Fulci quien se encargara de dirigirla, algo que lo convirtió en uno de los mejores cineastas de su época.

 


El siguiente título en la filmografía de Luci fue Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (1980), donde la muerte de un cura provoca una maldición que llena la ciudad de Dunwich de zombis sedientos de sangre y carne humana. Un año después llegaron El más allá y Aquella casa al lado del cementerio que junto a la de 1980 forman una trilogía, todas ellas con la presencia de Catriona MacColl, en la que está presentes todas las características del cine de terror y el sobrenatural.


Estas cuatro son sin duda las aportaciones más reconocidas de Lucio Fulci al género zombi. No obstante, el director desarrolló el resto de su carrera como director muy ligado a lo sobrenatural con títulos como El destripador de Nueva York (1982), Los fantasmas de Sodoma (1988) o Internado diabólico (1987), incluso estrenó una tercera parte de Zombi en 1988 aunque sin el éxito de Nueva York bajo el terror de los zombis.
Resultaría estúpido pensar que los años 80 se resumen únicamente a Lucio Fulci. De hecho, más allá de su relación con el cine de Fulci, George A. Romero como decíamos antes también estuvo presente en esta década y en 1985 estrenaría El día de los muertos, donde un grupo de científicos se encuentra recluido en una base secreta a raíz de la invasión zombi.

 


Otros títulos reseñables de esta década podrían ser El regreso de los muertos vivientes (Dan O´Bannon, 1985), donde el terror de una horda de “no muertos” se combina con el humor y que ha dado lugar a un sinfín de secuelas, el inicio de la saga Evil Dead - Posesión Infernal (Sam Raimi, 1982) o Re-Animator (Stuart Gordon, 1985), basada en una obra de Lovecraft, donde un científico loco experimentaba con los métodos de regeneración hasta conseguir la fórmula para reanimar a los muertos, incluso con la cabeza cercenada del cuerpo... y como no, un clásico imposible del cine más casposo producido por la Troma como Los surfistas nazis deben morir (Peter George, 1987).


Es así como llegamos a los años 90 con el estreno de Braindead, también conocida como Tu madre se ha comido a mi perro (Peter Jackson, 1992). Los zombis de esta película son diferentes a lo que hemos visto hasta ahora, de hecho, es difícil calificarlos como tal, puesto que se trata de seres humanos que mutan debido a la transmisión de un extraño virus que ha sido transportado por un “mono rata” capturado en la Skull Island, el mismo lugar donde años después Jackson capturaría a su King Kong.

 


Si bien no estamos ante muertos vueltos a la vida, estas criaturas sí que comparten rasgos con los zombis, como sería el deseo de comer carne humana, lo que provoca la aparición de numerosas escenas cargadas de gore. No obstante, también hay lugar para la comedia y para el amor, ya sea entre el protagonista y la chica a la que intenta conquistar, o entre los propios zombis que incluso llegan a tener un hijo del que se hará cargo el protagonista.


Braindead es sin duda el máximo exponente del cine zombi de los noventa, pero no el único. En estos años encontramos también sagas que se iniciaron los años 80 como la tercera parte de El regreso de los muertos vivientes, estrenada en 1995 y dirigida por Brian Yuzna, o la continuación de Re-Animator, titulada La novia de Re-Animator (Brian Yuzna, 1990), no confundir con Re-Animator 2 (George Eastman, 1990) cuyo título original Metamorphosis (DNA formula letale), se cambió aquí para aprovechar el tirón de la sangrienta saga que tendría una tercera entrega en 2003 titulada Beyond Re-Animator, producida en España por la Fantastic Factory, con la delirante participación de actores como Santiago Segura o Elsa Pataky, y que también estaba dirigida por Brian Yuzna.

 


Pero lo más destacable de los 90 es que comienza a implantarse la idea de que el zombi puede estar en cualquier parte, y así se refleja en el cine: podemos verlo en la policía (Zombie cop, J. R. Bookwalter, 1991), en el ejército (Zombie Army, Betty Stapleford, 1991), en el centro comercial (Bio Zombie, Wilson Yip, 1998) y por supuesto en el cementerio (Cemetery Man, Michele Soavi, 1994). Como curiosidad, comentar que el fenómeno incluso se expandió hacia el cine de animación infantil en Scooby-Doo en la isla de los zombis (Jim Stenstrum, Hiroshi Aoyama, Kazumi Fukushima, 1998).


A pesar de todo lo dicho, el género Z, comienza a mostrar síntomas de debilidad y los títulos que se estrenan, salvo excepción, están lejos de la calidad que tuvieron sus predecesores, la mayoría son destinados directamente a vídeo para un público más reducido.

 


En este panorama entramos en el siglo XXI, donde el cine de zombis parece haber recobrado más fuerza, lo que se traduce irremediablemente en un mayor número de películas protagonizadas por ellos y con una aceptación más mediática y universal. Si bien aún es pronto para analizar esta etapa correctamente, sí que podemos mencionar algunos aspectos destacables como sería la inclusión del videojuego dentro del género zombi con las películas de Resident Evil, que comenzó con el corto Executer en el 2000, y de la que ya se han estrenado nada menos que seis títulos con un séptimo pendiente de rodarse y sin que tenga pinta de ser el último.  

 

También hemos visto la llegada de la saga española [REC] (Jaume Balagueró, Paco Plaza, 2007) que se convirtió rápidamente en una exitosa franquicia y aclamada tanto por el público como por la crítica, llevándose tres premios en Sitges y dos Goyas, gracias a su conseguida estética found footage.  A través de las diferentes entregas, hemos podido descubrir qué se escondía en aquél edificio de Barcelona. Aquí, volvemos a ver la infección zombi a través del mordisco, sin necesidad de magia vudú, pero sí se incorpora el elemento de posesión demoníaca a través de la misteriosa niña Medeiros. La película consiguió traspasar nuestras fronteras y llegar hasta Estados Unidos, donde Vertigo (junto a Screem Gems) produjo un remake titulado Quarantine (John Erick Dowdle, 2008), en el que Barcelona es sustituido por Los Ángeles y Jennifer Carpenter hace las veces de Manuela Velasco. La franquicia [REC] lleva estrenadas tres películas, buscando no estancarse y renunciando con inteligencia a la cámara en mano a mitad de la divertida [REC 3], protagonizada por una espectacular Leticia Dolera sierra mecánica en mano, quedando pendiente la cuarta entrega que llegará a finales de 2014 y que pondrá el cierre definitivo a la saga.


Otra característica sería el salto del zombi de la gran a la pequeña pantalla, destacando la adaptación de la novela gráfica The Walking Dead en 2010 por parte de AMC que consiguió popularizar estos personajes a la vez que hacía cundir el miedo de un apocalipsis zombi. El gran acierto de la serie es la combinación del drama con el terror puro, consiguiendo abarcar un mayor target de público que nunca se había interesado por los muertos vivientes ni el cine de género. Ya están a punto de estrenar la quinta temporada...

 

Pero en la pequeña pantalla, en Gran Bretaña, donde vuelve a demostrarse que no tienen nada que envidiarle a las ficciones estadounidenses, ya se había tratado la temática zombi con anterioridad, concretamente en 2008 se pudo ver Dead Set, una miniserie en la que todo el país está siendo víctima del temido apocalipsis zombi y donde los únicos que están a salvo son los concursantes de Gran Hermano.

 

 

Y es que los guionistas más cachondos cuando afilan sus lápices son capaces de incluir zombis en cualquier espacio, como en Zombies Party (Edgar Wright, 2004), donde el cómico británico Simon Pegg, armado con un palo de cricket y una pala, emprende una guerra sin cuartel contra una horda de zombis en una taberna o como en el film de Serie B Zombie Strippers (Jay Lee, 2008), donde la expansión de un virus creado por el Gobierno, convertirá a las bailarinas de un night club en mujeres con un cuerpo de escándalo y un apetito por insaciable por la carne humana.


Ese espíritu por recuperar el cine exploitation que proliferó especialmente en los autocines de las décadas de los 60 y 70, también fue capturado por la saga japonesa iniciada con Rape Zombie (Naoyuki Tomomatsu, 2012), que rodaría dos secuelas al año siguiente, donde un extraño virus provoca que los zombis se conviertan en violadores, cuyas víctimas se convierten también en muertos vivientes mediante el sexo. Una delirante franquicia de cine cutre que mezcla terror y erotismo utilizando como reclamo incluso a alguna actriz de Cine X como Asami.

 


Pero no sólo el apocalipsis zombi se nutre en el cine de la Serie B o Z, las grandes productoras no han tardado en hacerse eco, aprovechando el tirón mediático de The Walking Dead, como es el caso de Paramount con Guerra Mundial Z (Mark Foster, 2013), donde Gerry Lane debe investigar el origen de una epidemia que amenaza con destruir a todos los seres humanos. El personaje interpretado por Brad Pitt recorre medio mundo tratando de solucionar el problema pero, curiosamente, jamás llega a visitar Haití, cuna de la leyenda del muerto resucitado. De Guerra Mundial Z, pronto el director español Juan Antonio Bayona rodará la secuela.


Sin contar el presente, hemos visto cómo en trece años las películas de zombis han ido aumentando en número (que no en calidad) progresivamente. Unas películas que, la mayor parte de las veces, mezclan el género de terror con otros géneros, creando una extraña mezcla, como es el caso de la comedia romántica en Memorias de un zombie adolescente (Jonathan Levine, 2013), el humor Bienvenidos a Zombieland (Ruben Fleischer, 2009), el deporte en Goal of the dead (Benjamin Rocher, Thierry Poiraud, 2014) o la road movie como es el caso de The battery (Jeremy Gardner, 2012).

 


Como decíamos antes, todavía es pronto para poder analizar correctamente el cine de zombis en el siglo XXI, pero parece claro que es ahora cuando goza de mayor popularidad entre la sociedad, lo que hace que los cineastas se arriesguen a experimentar con él, ofreciendo productos que nada tienen que ver con los que vimos el siglo pasado, como la recientemente anunciada adaptación de Pride and Prejudice and Zombies (Orgullo, Prejuicio y Zombis), novela de Seth Grahame-Smith basada a su vez en la de Jane Austen. Parece que tendremos zombis para rato.

 

UC - Miguel Ángel Navas
(con la colaboración de Daniel Farriol).